Desde que tengo memoria, mi padre se refugiaba en su taller para restaurar motocicletas antiguas. Nunca fue un negocio, no las montaba, no las exhibía y siempre fue un enigma para mí. En mis recuerdos él era un hombre severo e inflexible con mi educación y la de mis hermanos. A raíz de una incomprensión mutua y de un diálogo imposible  perdí la confianza de hablar libremente con mi padre  y nos alejamos. Años después, cuando nos volvimos a encontrar en el Ecuador, mi padre me regaló la primera motocicleta que se compró y ese gesto que no entendí fue el impulso que me llevó a acercarme e intentar entablar un diálogo.  Al hacerlo con el cine como mi herramienta de expresión, cambios, nuevas perspectivas y preguntas surgieron a medida que filmaba: ¿Quién es mi padre y quién soy yo? Si entiendo su pasión, ¿seré capaz de entenderlo, aprenderé algo sobre mí mismo?

Tal vez la pregunta más importante es: ¿Pasar tiempo con mi padre y restaurar una motocicleta antigua con él nos permitirá restaurar nuestra relación eternamente conflictiva?

Creo que es importante captar esta realidad directa y visceral con el documental, que para mí es la herramienta precisa. Al mismo tiempo, espero que mis preguntas y las situaciones que surjan de ellas puedan permitir al espectador proyectarse y generar emociones y reacciones a sus propios conflictos. La película adquirirá entonces su verdadero valor y comunicará sobre la universalidad de las relaciones humanas, en torno a temas como crecer, hacerse adulto, volver a comunicar, perdonar y reconciliarse.